lunes, 5 de diciembre de 2011

Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliviera


Dicen que su padre era fanático de los filósofos griegos, hasta tal punto que le puso el nombre del famoso pensador que dejaría una frase para la posteridad: “solo sé que no sé nada”. Ese idilio por la filosofía le llevaría a su padre a nombrar a sus otros dos hijos Sófocles y Sóstenes. Sócrates –el futbolista- suspendió una asignatura que quizá haya hecho que su recuerdo no sea más plausible. No llegó a triunfar en el viejo continente. Solo los mundiales del 82 y del 86 ayudaron al enamorado del balón a contemplar la minuciosa delicadeza con la que actuaba Sócrates. Su 37 de pie será recordado siempre. Se adaptaba para la situación, o la situación se adaptaba al genio brasileño. “El Doctor”, el benevolente líder de la selección carioca, dotaba de una pausa al juego en el momento que su equipo lo necesitaba y realizaba el último pase que definía los partidos. Simplemente, un genio que le faltó una recompensa que no obtuvo: La Copa del Mundo.

Antes de entrar en la facultad de medicina, Sócrates jugó en las categorías inferiores del Botafogo. Dicen que su padre le tenía prohibido jugar al deporte rey, y que el joven lo hacía a escondidas. Genio incomprendido en sus inicios por su padre, su amor al fútbol le obligó a incumplir y a desobedecer a su progenitor hasta tal punto que un día, el padre fue a ver un partido del Botafogo y para su incredulidad y su enfado su hijo Sócrates se hallaba en el once inicial. El talento del genio con nombre de filósofo venció ante la actitud tajante de su padre, que cedió finalmente abrumado por la calidad y la magia de su hijo. Compaginó el fútbol con los estudios, pudiendo obtener la licenciatura en medicina, lo que llevaría a apodar “el Doctor”. También era doctor en filosofía, compartiendo gusto con su progenitor.

La utilización del fútbol en búsqueda de tan ansiada democracia

Su historia futbolística, ligada completamente al fútbol brasileño, comenzó en dicho club. Pero en 1978 su rumbo cambió, su estilo de juego mejoró y el Corinthians apostó por él. 6 años pasaría en este club, donde no se limitó a jugar al fútbol, sino que utilizó el balón para remover conciencias. Un rebelde sin causa que luchó contra la pobreza en Brasil, donde se alzaba como referente para el estamento social más pobre. El régimen militar en 1981 fue una de las consecuencias del levantamiento de Sócrates, que afirmaba que la democracia era el camino para combatir la dictadura. El fútbol, hasta entonces el opio del pueblo, utilizado por los más poderosos para ocultar las miserias, fue entonces el pilar de la democracia. Su lucha interminable tendría su recompensa. Los militares accedieron a celebrar unas elecciones en 1982. - "Si la gente no tiene el poder de decir las cosas, entonces yo las digo por ellos. Si yo estuviera del otro lado, no del lado de la gente, no habría nadie que escuchara mis opiniones". Antes del 15 de noviembre de 1982, un partido con el Corinthians sería clave.


Sócrates salió al campo con una camiseta que rezaba: “Día 15, vote”. Vladimir y Casagrande fueron junto al genio “los tres tenores del Timao” que ayudaron al cambio democrático. Al año siguiente el Corinthians llegó a la final Paulista, con una situación extrema. Sócrates se estaba haciendo una leyenda no solo por su afán de cambiar el mundo sino que además la calidad y el talento del Doctor estaban causando auténtico pavor en los equipos contrarios. Los jugadores saltaron al terreno de juego, en un estadio completamente abarrotado. Llegaría la aportación del futbolista para la historia. Saltó al campo con una bandera que rezaba: “Ganar o perder, pero siempre con democracia”. El estallido del público fue ensordecedor. Los aplausos no cesaron y se avecinaba un final feliz. Partidazo de Sócrates con un gol que llevaría a su equipo al triunfo. Pero la verdadera victoria llegaría unos años más tarde, cuando la democracia se instauró en su totalidad.



El desastre mundialista

Antes de la victoria en la final Paulista, el mediocentro brasileño capitanearía a su selección en el mundial de 1982. Con el brazalete en el brazo, llegaba a España con vitola de favorito. Su equipo reunía a los mejores jugadores del momento: Zico, Junior, Falcao o Eder acompañaban a Sócrates para volver a conquistar una copa del Mundo. Pero un partido decisivo ante Italia llevó a Brasil al fracaso, que se tuvo que contentar con el premio al juego limpio. Sócrates le marcó un golazo a Zoff en el partido. Pero Brasil estuvo a remolque de Italia todo el encuentro. Una soberbia actuación de Paolo Rossi, con hattrick incluido echaría a la selección de Brasil fuera. Tras la derrota, mientras los jugadores sudamericanos yacían en el terreno de juego llorando desconsoladamente, un periodista corrió al encuentro de Sócrates y sin tacto, preguntó: “¿Qué se siente después de haber perdido siendo tan bueno y tan favorito?” El doctor, con una frialdad pasmosa, le contestó: “¿Perdimos? Mala suerte y peor para el fútbol”.


Volvería en 1986 en el Mundial de México, para resarcirse del fracaso hacía 4 años atrás. 16 años habían pasado desde que Pelé y compañía se alzaron con la última copa del mundo. En ese momento, ya nadie dudaba de la calidad de Sócrates. Era el líder natural de la selección brasileña. Dicho conjunto llegaría a los cuartos de final, donde se enfrentarían a la Francia de un joven Platini que empezaba a comandar a la selección. Este partido quedará grabado en la retina de muchos aficionados al fútbol, ya que está considerado uno de los mejores de la historia. El encuentro, que pasó por varias fases de desigualdad, llegó a los penaltis. Y el primero en tirar era Sócrates. Y lo falló. Cruel final para el jugador brasileño que con 32 años jugaría su último partido en una Copa del Mundo. Platini lo tiró también alto, pero el decisivo penalti de Julio César se estrelló contra el palo y Francia pasaba a semifinales. Zico y Sócrates acababan sus etapas con la selección, con un fútbol que enamoraba y que ilusionaba pero que no se materializó. La historia la escriben los vencedores.

Fracaso en el fútbol europeo

En 1984 Sócrates abandonó Brasil destino Italia, concretamente a la Fiorentina. Pero quizás la poca fortuna o la mala adaptación del mediocentro le llevarían a volver a Brasil un año más tarde. El Flamengo de Rio de Janeiro fue su equipo, y su felicidad aumentó, volvía a su patria. Acabó con tres campeonatos Paulistas, engordando la lista de premios.

Lula Da Silva, presidente de Brasil: “El doctor Sócrates fue un crack en el campo. Fue un ejemplo de inteligencia y conciencia política, además de su talento como profesional"
Siempre será recordado por sus compañeros, que no escatimaban en elogios hacia su persona. Pelé llegó a afirmar que Sócrates es "regate y magia". Su compañero de selección, Zico, llegaba al punto de declarar que Sócrates fue "el jugador más inteligente visto jamás". Los problemas de Sócrates se refugiaron en un peligroso aliado que le acompañó a cualquier destino, el alcohol. Reconocido por él mismo tras acabar su carrera en el Botafogo. Fue la causa de su muerte. Pero el espectáculo ofrecido, dentro y fuera del campo, quedarán en la memoria de millones de aficionados brasileños, que podrán contar a sus hijos cómo el fútbol atrajo a la libertad.

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